"Se depositó a la dama en el panteón familiar, que no visitó nadie durante tres años consecutivos. Al cabo de ese tiempo fue abierto para recibir un sarcófago, pero ¡ay!, ¡qué espantosa conmoción esperaba al marido, que abrió en persona la puerta! Cuando las hojas de ésta se abrieron hacia afuera, algo vestido de blanco cayó crujiendo en sus brazos. Era el esqueleto de su esposa envuelto en su sudario aún intacto.
Una cuidadosa investigación puso en claro que la dama habíra revivido a los dos días de su sepelio, que sus forcejeos dentro del ataúd habían hecho caer éste de su apoyo o repisa al suelo, donde quedó lo bastante roto para para permitirle salir de él. Se encontró una lámpara vacía que, accidentalmente, se había dejado llena de aceite en el interior de la tumba, si bien el combustible pudo consumirse por evaporación. En el más alto de los peldaños que descendían al interior de la tétrica cámara, había un gran trozo de ataúd, con el cual, al parecer, la mujer había intentado atraer la atención golpeando la puerta de hierro. Mientras se ocupaba en esto, se desmayó probablemente o quizá murió de miedo; y al ir a desplomarse su sudario se engancharía en algún saliente de los herrajes del interior."
"Como todos los cementerios, el de la Recoleta tiene anécdotas -desde las curiosas a las picarescas- y alguna leyenda de ultratumba. Entre las curiosidades, cabe mencionar un dispositivo eléctrico que, según se dice, mandó a instalar Alfredo Gath - de la gran tienda Gath & Chaves- en su ataúd triple, para poder abrirlo desde adentro por medio de un pulsador que se colocó en su mano. Un mecanismo similar permitía abrir la puerta de la bóveda. El fantasma del "entierro prematuro" se hallaba instalado en el imaginario y no sólo a través de lecturas de Edgar Allan Poe."
Fragmentos de:
"El enterramiento", Edgar Allan Poe
"Historias ocultas en la Recoleta", María Rosa Lojo
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